Grupo de Observadores Astronómicos de Tenerife

sábado, 12 de febrero de 2011

Divertimentos Celestiales 1

Escribo estas líneas porque me he enterado que hay gente por ahí que se está creyendo lo que dicen una serie de charlatanes de feria acerca de lo que vemos cuando en una noche sin nubes miramos para arriba.
Parece ser que esa tribu de desaprensivos está capitaneada por un tal Newton con lugartenientes que responden a los nombres de Hubble, Kepler, Einstein y otros muchos que, envolviendo su verborrea en apariencias científicas, nos quieren hacer creer que esas maravillosas luces de allá arriba no son sino bolas de fuego y que todo está lleno de radiaciones, explosiones, comidas “astrofágicas” y demás barbaridades, cuando todo se debe a las pasiones y al amor.
Sigue, sigue leyendo y saldrás de ese maremagnum de barbaridades que ya, hasta en las universidades enseñan.
¡Bienvenido al reino de los felices, éste que te presento es nuestro cielo, el cielo hermoso que está esperando que nos enamoremos de él!

Divertimentos celestiales 1

Me voy a permitir, con permiso (no solicitado, pero supongo dado) del moderador, iniciar aquí una serie de pequeños relatos sobre historias, la mayor parte sabidas por mucha gente y espero me disculpen en aras de aquellos que las desconocen, sobre sucesos acaecidos o inventados, ¡qué más da!, en tiempos de nuestros ancestros.
Disculpad las metáforas. Nada es lo que parece (ahora con los satélites menos).
Hay sitios en los que zonas extensas del cielo entre el Norte y el horizonte no desaparecen con los días. El Norte nocturno pasa a ser mágico, permanente. Siempre volviendo, como Padre Sol.
En algún sitio hay escrito: “...el casquete polar contiene múltiples representaciones míticas (según la primera acepción del diccionario de la RAE, mito es una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico) o quizás no, digo yo. Gracias a la presencia de estos seres, esta región del cielo pasó a denominarse “la agrupación de las constelaciones reales”.
Casiopea, la Casyapi sánscrita, sentada con una flor de loto en la mano. También Casipati, reina del Cáucaso. O la diosa fenicia Kasseba, protectora de la prosperidad, sentada, con un haz de espigas en las manos (se me antoja pariente de nuestra Cibeles). Los árabes la llamaban la mujer sentada; los romanos solium (trono).
... Y resulta que había en un tiempo unas divinidades denominadas Nereidas. Vivían en un palacio submarino; eran hijas del noble Nereo, pacífico amante de la justicia, y nietas de Madre Gea.
Pues bien, un buen día la coqueta Casiopea viene en jactarse de que ella y su hija (de ésta hablaremos más adelante) ganaban en belleza a las antedichas Nereidas.
Imaginaos el cabreo de las cincuenta beldades.
Ni cortas ni perezosa acuden a Poseidón, que no era tan bondadoso como el anciano Nereo, en demanda de satisfacción.
Poseidón, que no necesitaba de muchos empujones, amenazó con enviar a un monstruo para desolar el país si la presumida no entregaba a su hija. A partir de aquí es otra historia.


2 comentarios:

  1. Pobre Andrómeda, la que le espera...

    Menos mal que tuvo la suerte de conocer al joven Per... mmmmm, ciertamente, Paco, esa es otra historia que esperamos ansiosos.

    Saludos!

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  2. Genial Paco. Aunque conozca la historia espero con interés la continuación.

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