Grupo de Observadores Astronómicos de Tenerife

sábado, 19 de marzo de 2011

Divertimentos Celestiales 4

Creo que me será imposible encontrar tantas historias como las que pululan alrededor de la Osa Mayor.
Realmente, cuando vamos a observar, quizás una de las primeras miradas se nos va hacia ella, aunque sólo sea (con permiso de Casiopea) para descubrir a la esquiva (en el ocaso) Polaris.
Vamos a ver que eso le ha pasado a la humanidad desde que lo es.
Ya en el neolítico se la conocía, y se han encontrado dibujos sobre conchas fosilizadas.
Los clásicos la llamaban Foinicie y los fenicios Dubé. No sé porqué, pero los árabes llamaron casi igual (Dubhe) a la estrella por todos conocida.
Paciencia os pido pueblo ya que Job la tuvo y en su libro aparece con el nombre de Mezarim.
Los egipcios la describían como un hipopótamo y menos mal que Óbelix no era muy ilustrado pues si se llega a enterar que sus sabios congéneres la identificaban con un jabalí no sé qué iba a ser de nosotros para llegar a la polar, pues que en las tripas de nuestro orondo amigo deberíamos hurgar para encontrar el camino.
Afortunadamente usaba el trueque con sus menhires pues en algunas monedas figuraba y capaz de comérselas era.
Los griegos la llamaban Arctos, que significa OSO y de este vocablo deriva el de ártico, para referirse a las tierras del norte. A veces incluían a Bootes llamando al conjunto el carro de Boote, el arado que empuña el labrador (Boote).
También la llamaron Calixto (la bella) y Hélice (la envolvente) por su perpetuo girar alrededor de su pequeña réplica.
Hasta aquí esto es lo que hay, pero ¿qué fue lo que pasó?, ¿cuál es la historia verdadera entre tanta confusión?
Pues ya nos lo podemos imaginar, ¡cómo no!, el amor (lo siento, yo no me lo he inventado y siempre tenemos que volver a él) es el causante de todo este lío del cielo y esos puntitos brillantes que unos estudiosos, pertenecientes a la tribu de los engañadores, nos dicen que son bolas de fuego, cuando está clarísimo que son reyes, reinas, animales y otras cosas.
Pero esto lo dejaremos para después, que ya he abusado bastante de vuestra paciencia.

Ursa Major

sábado, 5 de marzo de 2011

Divertimentos Celestiales 3

En algunos sitios se identifica el monstruo de las aguas con un dragón.
La historia (también algunos llaman a esto leyenda, cuanto está clarísimo que sucedió tal y como se cuenta) es como sigue.
En realidad el dragón (ya sabemos que va delante del rey Cefeo) no tiene nada que ver con las señoras anteriores.
El monstruo que les tenía ganas sobrevivió con el nombre de Cetus, la ballena y, como no podía ser de otra forma, está debajo de los esposos y su montura voladora.
El dragón tiene la misión de vigilar el jardín de las hespérides, donde estaban las manzanas de oro que Hera había llevado como dote para sus esponsales con Zeus.
Como vemos nada existe sin el amor.
Eran estas manzanas la fuente de la eterna juventud cuidadas por ninfas y protegidas por el dragón (o serpiente) y su robo fue el último trabajo de Hércules.
Como a todo cerdo le llega su san Martín, el pobre animalito tuvo la mala suerte de encontrarse con el forzudo..., y se lo cepilló a golpe de clava, arma sofisticada que se usaba contra los monstruos y contra las esposas.
He encontrado dos versiones sobre el evento
Una dice que el jardín estaba debajo de los montes de Atlas, donde el poderoso sujeta al mundo sobre sus hombros. Cuentan que Hércules persuadió a Atlas para que éste fuera a por las manzanas en su lugar y mientras tanto Hércules sujetó la carga.
Esta versión no nos viene bien, pues Hércules no mata al dragón.
La otra es que él se lo hizo todo.
Este último trabajo supuso el que a Hércules le regalaran un apartamento en el Olimpo.
La diosa quiso que se recordase a su fiel guardián y lo puso allá arriba para que todos disfrutemos con su contemplación.
Ya veis, todo por una boda.
Las perdices no sé dónde figuran
PD
Si alguien puede ampliar estas verídicas noticias, que no se corte.
De agradecer sería, también, la denuncia de errores y falsedades. No me perdonaría confundir al personal.

Hércules